Quienes no entienden, o no quieren entender, la relación entre cultura y violación pueden responder estas preguntas a ver qué conclusión obtienen:
Añade Ballester que “a cualquiera le parece evidente que no se le puede vender una entrada, en un cine, a un adolescente de 12 años que quiera ver una película porno”, pero que, sin embargo, “tienen acceso ilimitado a cualquier producto violento en sus pantallas”. Millones de imágenes y vídeos a los que acceden de forma anónima, gratis, prácticamente a diario, en alta calidad y variedad infinita, sin veto. Y, a veces, todo ello se replica, no en un estudio de grabación, sino en un parque, en un baño, en una esquina, a plena luz del día, por la tarde, por la noche, a cualquier hora. Niños y adolescentes que violan a niñas y adolescentes, que a veces lo graban, y que a veces lo comparten.
Estos datos justifican nuestro trabajo y hoy queremos analizar esta realidad conjuntamente con las personas que nos acompañáis, gracias por asistir.