Hemos de reseñar que no vamos a utilizar el concepto VIOLENCIA DE GÉNERO ya que entendemos que esta expresión encubre, más que aclara, de qué violencia se trata, o sea, de qué género es la violencia de género, ya que éste es una construcción social, un recurso gramatical que se ha utilizado para referirse a mujeres y hombres como diferentes, pero sin precisar de quién se habla.
No obstante, hemos de aclarar que este término es el utilizado por la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, ley que además limita su ámbito de actuación a las relaciones de pareja presentes o pasadas, excluyendo del concepto otros supuestos de la llamada violencia de género. Esta ley entiende por violencia de género la violencia producida por los hombres a las mujeres que sean o hayan sido sus parejas.
En sustitución de este concepto utilizamos el de VIOLENCIA MACHISTA, entendiendo por tal la violencia que los hombres ejercen contra las mujeres por motivos de género. Es la desigualdad basada en el sexo (mujer-hombre) y su percepción, tanto individual como social, política y económica la que genera la violencia y debe definirla.
MACHISMO: (Diccionario ideológico Victoria Sau) Palabra con la que se conoce todo un conjunto de leyes, normas, actitudes y rasgos socioculturales del hombre cuya finalidad, explícita/implícita, ha sido y es producir, mantener y perpetuar la opresión y sumisión de las mujeres a todos los niveles.
La violencia machista adopta diversas formas, pero las que constituyen infracciones penales son:
VIOLENCIA SEXUAL en sus diferentes modalidades de agresiones sexuales, abusos, acoso, etc.
VIOLENCIA DE MALOS TRATOS (abreviado MALOS TRATOS) que incluye lo que comprende la ley 1/2004 de medidas de protección integral contra la violencia de género y que define como todo acto de violencia física o psicológica, las amenazas, las coacciones, o la privación arbitraria de libertad, que produzcan los hombres respecto de las mujeres que sean o hayan sido cónyuges, pareja de hecho o novias.
Tampoco utilizamos el término VIOLENCIA DOMÉSTICA, ya que este tipo de violencia es la que se ejerce en el ámbito doméstico o intrafamiliar entre personas con lazos de parentesco o que viven en el mismo domicilio, excepto la que se ejerce contra las mujeres que son, o hayan sido, pareja del agresor.
La violencia hacia las mujeres no es problema reciente; ha estado presente a lo largo de la historia, siendo ignorada, tolerada y aceptada durante siglos.
En los años 70 y 80 (S. XX) asociaciones de mujeres de países como Estados Unidos o Inglaterra empiezan a hablar en diferentes foros sobre la situación en la que vivían muchas mujeres. Comienza, de esta forma, a visibilizarse la violencia que sufrían a manos de sus esposos, compañeros o parejas.
A partir de los años 80, organismos internacionales como la ONU – Organización de Naciones Unidas o la OEA – Organización de Estados Americanos, incluyen dentro de su temario la violencia hacia las mujeres e instan a los estados a que tengan en cuenta las sucesivas recomendaciones que se hacen sobre este problema y adopten medidas para su erradicación y prevención.
En 1984 la ONU declaró “la violencia contra las mujeres como el crimen más numeroso del mundo” y en 1994 su Asamblea General definió la violencia de género como:
La violencia hacia las mujeres no es exclusiva de una cultura, edad o clase social, sino que la sufren las mujeres de todos los países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo, de todas las edades, porque sufren violencia las niñas, las mujeres jóvenes, adultas y de mayor edad y de todas las clases sociales, las económicamente más poderosas y las más desfavorecidas.
La violencia contra las mujeres contenida en LA LEY (1/2004 de 28-12-04) DE MEDIDAS DE PROTECCIÓN INTEGRAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO comprende todo acto de violencia física o psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones, o la privación arbitraria de libertad, que produzcan los hombres respecto de las mujeres que sean o hayan sido cónyuges, pareja de hecho o novias.
Estas formas de violencia no son excluyentes, pueden ocurrir todas juntas. La violencia psicológica siempre estará presente en las otras, dadas las consecuencias que se derivan de ellas, y es la única que puede aparecer aisladamente.
Los actos de violencia se repiten y aumentan mientras continúa la relación. Esto es lo que se denomina el ciclo de la violencia, que consta de tres fases y que, una vez instalado en una relación de pareja, es muy difícil frenarlo, tendiendo a repetirse con más frecuencia:
No es un tema sencillo dado que no existe un medidor con el que se puedan establecer niveles de gravedad. Sin embargo existen ciertos indicadores que ayudarán a detectar el riesgo existente, basándose fundamentalmente en:
LA SEGURIDAD DESPUÉS DE LA SEPARACIÓN
Si consigues que tu agresor se vaya legalmente o has conseguido una orden de protección:
RECURSOS DISPONIBLES PARA MUJERES VÍCTIMAS DE MALOS TRATOS
Es importante saber que existen diferentes servicios, recursos y profesionales especializados que pueden ayudar a las víctimas de malos tratos.
Desde ADAVAS podemos asesorarte e informarte, ayudándote a buscar soluciones adecuadas a tus necesidades personales en coordinación con otros servicios sociales.
En estos enlaces puedes informarte de los recursos existentes (de protección, sociales, económicos, laborales…)
Servicio telefónico gratuito y confidencial: tlfno 016
Para personas con discapacidad auditiva: 900 116 016
Más información en:
http://www.violenciagenero.msssi.gob.es/informacionUtil/recursos/telefono016/home.htm
Página del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad
http://www.violenciagenero.msssi.gob.es/
Página de la Junta de Castilla y León
http://www.familia.jcyl.es/web/jcyl/Familia/es/Plantilla100/1173962226770/_/_/_
La prevención es una parte fundamental para conseguir la erradicación de este problema.
Es importante que todas las personas aprendan a resolver sus conflictos y diferencias sin recurrir en ningún caso a la violencia, y a asumir que “somos iguales”.
La educación en la igualdad entre hombres y mujeres y la preparación para la resolución de conflictos son los pilares básicos de la prevención de los malos tratos. También es necesario visualizar todas las formas de violencia contra la mujer para reconocerlas como un problema social y como conductas aprendidas, para así rechazarlas, desacreditando todos aquellos aspectos que buscan el sometimiento de las mujeres.
Prevenir significa actuar antes de que surja el problema; por eso el objetivo básico de la prevención es eliminar los factores individuales, familiares y sociales que contribuyen a la aparición y mantenimiento de la violencia hacia las mujeres. También la prevención puede plantear otros objetivos, como detectar y tratar temporalmente las conductas violentas o intervenir sobre situaciones problemáticas que ya han sido objeto de tratamiento, para evitar posteriores complicaciones y recaídas.
La institución básica de la socialización patriarcal es la familia, el ámbito donde más pronto se aprenden las desigualdades entre hombres y mujeres. La familia es básica para el aprendizaje de los malos tratos y consecuentemente el lugar para cambiar y romper con los modelos violentos. Es necesario que se favorezca el diálogo y la negociación, el respeto de los derechos de todos y todas para alcanzar la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres. Es importante:
Es muy importante que los niños y las niñas crezcan y se eduquen dentro de un marco de igualdad y que se refuercen todas las conductas que favorezcan un desarrollo igualitario para ambos sexos. La escuela debe aplicar medidas para fomentar la educación en la igualdad entre hombres y mujeres. Se deben trabajar aspectos como:
La comunidad o sociedad es el conjunto de todas las personas que viven en un determinado contexto geográfico, social y cultural.
Muchas veces decir “la violencia contra la mujer es un problema social” deja a las personas tranquilas a nivel individual ya que se elude su responsabilidad.
Cada persona puede hacer algo para que no se perpetúen modelos violentos y desigualitarios; como, por ejemplo, no reírse de chistes machistas o educar en igualdad a niños y niñas.
Debemos tener en cuenta:
Independientemente del contexto donde se produce la violencia y las variantes que ésta tenga, la violencia siempre tiene como base la desigualdad entre mujeres y hombres.
Esta desigualdad tiene su origen en la creencia de que hombres y mujeres son diferentes y ellos son superiores a ellas. Dicha creencia se reproduce en la familia, en la pareja y forma parte del esquema de pensamiento y, por tanto, del comportamiento de las personas.
La violencia no es producto de trastornos mentales o psicopatológicos, sino el resultado de una compleja combinación de factores históricos, culturales, sociales, institucionales y familiares.
Se ha basado durante siglos, y hasta hace muy poco, en un sistema de creencias que ha apoyado la idea de que el hombre es superior a la mujer. Esta idea ha tenido gran influencia en el proceso de socialización de las personas; de forma que se ha educado a hombres y mujeres atribuyéndoles determinadas características y funciones claramente diferenciadoras y desigualitarias por el solo hecho de ser de uno u otro sexo. Es lo que se conoce como roles de género, o roles masculino o femenino.
Características de los roles de género
A través de este proceso se aprende a ser masculinos y femeninos según las expectativas sociales.
La identidad de género se adquiere prácticamente desde el primer momento del nacimiento, a través del trato que se recibe en función del sexo y, posteriormente, a través de lo que se oye y se observa, tanto en la familia como en otras estructuras de socialización (escuela, medios de comunicación…).
Desde la infancia se educa a las niñas para obedecer, cuidar y entregarse a los demás, sin valorar las propias necesidades. A los niños, para vencer, luchar, competir y conquistar. Ambos aprenden el papel que desempeñan las personas adultas del mismo sexo, con la diferencia de que las cualidades masculinas están mejor valoradas que las femeninas, pues conducen al éxito y al poder. Por el contrario, no se gratifican ni reconocen las tareas básicas para la sociedad que realizan las mujeres, pues se supone que forman parte de ese espíritu de entrega hacia los demás.
Los estereotipos de género sientan las bases para el desequilibrio de poder, colocando al hombre en una situación de superioridad respecto a la mujer, la cual se ha visto obligada socialmente a desempeñar un papel secundario y de subordinación con respecto al primero, creando así un verdadero caldo de cultivo para el ejercicio de la violencia del hombre hacia la mujer.
La familia tradicional está claramente jerarquizada. El hombre tiene el poder y está siempre por encima de la mujer y el resto de miembros de la familia. Esto ha hecho que en esta estructura social se hayan transmitido y perpetuado los estereotipos de género y se haya normalizado el uso de la violencia como medio para restablecer el orden familiar y el poder del jefe de familia, cuando cualquiera de sus miembros ha intentado transgredir las normas impuestas por él.
Este tipo de familia funciona así: El jefe (padre) manda, ejerce la autoridad, toma decisiones, impone disciplina y castiga; el resto (la madre e hijos e hijas) obedece, respeta; y quien no haga esto puede ser castigado/a. La violencia es el castigo.
Además, en la familia se trasmiten modelos de comunicación y negociación, formas de resolución de conflictos, y de expresión de las emociones positivas y negativas.