El rapto de las sabinas: las agresiones sexuales en la historia

Las Agresiones Sexuales en la Historia

Las Agresiones Sexuales en la Historia. Creo necesario iniciar este artículo recordando que ya en noviembre de 1996, gracias a la amable invitación que socias de la Asociación ADAVAS me trasladaron, comenzamos a dar unas charlas en el marco de los Cursos que dicha Asociación y la Universidad de León impartieron a partir de ese año. Desde la perspectiva del tiempo transcurrido comprobamos que el tema era y sigue siendo de especial importancia:

Las Agresiones Sexuales a lo largo de la Historia.

Hemos de reflexionar y estudiar las causas que han provocado la existencia de la violencia sexual, que aún persiste en muchas sociedades no igualitarias, para comprender el modo en que éstas han utilizado el control de la sexualidad como un medio eficaz de dominio.

Por tanto, sirvan los artículos, que vamos a publicar en este medio, para descubrir cómo históricamente se han utilizado diferentes modelos de relación de las personas con su sexualidad y la de los demás. Desgraciadamente, la obligatoriedad de ajustarse a dichos modelos ha provocado múltiples episodios de violencia sexual, siguiendo los intereses de los grupos sociales dominantes.

Como veremos, la historiografía tradicional ha ocultado que millones de mujeres y niñas de diversas culturas, países y continentes han sufrido una severa represión social y también salvajes agresiones sexuales. Esto es debido a que a lo largo de los siglos estas agresiones se han utilizado como mecanismos de control social, ya que actúan como castigo de comportamientos no admitidos o como simple recordatorio de que las mujeres no son más que objetos deseables a los que se puede utilizar de una forma u otra.

Así pues, repasaremos a través de los tradicionales periodos históricos cómo se han ido fraguando las causas de la discriminación hacia las mujeres y sus graves consecuencias.

En esta primera entrega nos centraremos en las etapas de la Prehistoria, el Neolítico y la Edad Antigua; en la segunda entrega estudiaremos la Edad Media y Moderna; para concluir con la tercera que abordará la Edad Contemporánea y los comienzos del siglo XXI. De tal forma que tengamos una perspectiva diferente que nos permita construir una visión más clara sobre la verdadera realidad que han tenido las mujeres durante la Historia. Esperamos conseguirlo y sea de vuestro interés.

PREHISTORIA Y NEOLÍTICO.

En época prehistórica la organización social era la horda o comunidad primitiva, compuesta por un número no muy numeroso de personas. Estos grupos cazaban, pescaban, y recolectaban para su propia supervivencia. Según algunos autores, en estas comunidades aún eran inexistentes las divisiones del trabajo entre sus miembros. Tan sólo existía una diferenciación con respecto a las mujeres y ciertos trabajos, motivados seguramente por los continuos embarazos y la crianza de l@s hij@s. Esto obligó a las mujeres a permanecer mucho más tiempo dentro de las hordas, mientras los hombres debían pasar largo tiempo fuera para la caza. Probablemente, esta fuera la causa de la primera división del trabajo y raíz de la desigualdad sexual, que ha permanecido largo tiempo y tanto mal nos ha provocado a toda la humanidad.

Parece ser que durante esta época prehistórica surge el “descubrimiento” por parte del hombre de que sus genitales podían servir como arma para generar miedo. Este hecho tuvo gran transcendencia, junto con el uso del fuego y la utilización de elementos líticos. Según recientes estudios basados en excavaciones arqueológicas de esta etapa prehistórica, estos tres hallazgos marcaron profundamente las relaciones entre estos grupos u hordas, ya que sus disputas y luchas se hicieron más agresivas.

Con el paso al período Neolítico se produce una transformación evolutiva y cultural muy profunda. Las hordas se van transformando y evolucionando; van creando sociedades cada vez más organizadas, que logran la domesticación de ciertos animales, el descubrimiento de la agricultura y la invención de la alfarería. En todo ello tuvo un papel fundamental la actividad de las mujeres porque, según los restos hallados en estos primitivos poblados, solían ser ellas las encargadas de su realización. De ser poblados dedicados a las cacerías y la recolección, pasan a ser pequeñas aldeas dedicadas a la agricultura y la ganadería; lo que obliga a una mayor sedentarización. Parece claro que, a partir de este momento, se establece un nuevo proceso hacia el animal cultural y, por lo tanto, al ser humano actual.

No obstante, ya desde esos primeros comienzos, las mujeres empezaron a estar discriminadas. Una vez que los hombres tuvieron “título de posesión” de un cuerpo femenino específico, tenían la obligación de defenderlo de otros potenciales rivales. El precio de esta “protección” fue excesivo para las mujeres, porque significó la imposición de la castidad, la monogamia y la pertenencia. Así pues, un acto violento cometido contra el cuerpo de las mujeres pronto se convirtió en un crimen perpetuado contra la posesión de los hombres, sin tener en cuenta el interés de las agredidas. En estos tiempos el orden social se basó en el principio de la Ley del Talión. Por tanto, ya desde esta lejana época, las mujeres sufrieron una situación de total desigualdad ante la Ley; puesto que aún siendo violadas y agredidas sexualmente no podían reclamar justicia de la misma manera.

EDAD ANTIGUA.

Desde los comienzos de la Edad Antigua, la historiografía trató a las mujeres en términos de inferioridad, desigualdad jurídica e incapacidad política. Todo esto no era más que la plasmación de la opresión a la que las tenían sometidas unas sociedades fuertemente patriarcales. En la antigüedad no había posibilidades de elección para la mayoría de las mujeres; sus vidas estaban destinadas al matrimonio y a la maternidad. Ni siquiera elegían a qué edad se casaban y, menos aún al marido o compañero. Así, en los contratos celebrados entre el padre de la novia y el futuro esposo, no aparecía nunca el consentimiento de ella. Dentro de la cultura griega, a las muchachas se les casaba normalmente después de la pubertad, entre los 15 y los 18 años.

Los romanos, mucho más legalistas, fijaron por Derecho a qué edad una muchacha se convertía oficialmente en Matrona; es decir, en esposa honorable, con todos los efectos del derecho del matrimonio. Como muy bien apuntan algunas historiadoras “curiosamente la edad fijada eran los doce años, que suele coincidir con la formación fisiológica para permitir una penetración”. De esta época histórica tenemos muchos testimonios y textos, que dan información sobre matrimonios muy precoces; por ejemplo las inscripciones funerarias de niñas casadas hacia los diez años. No obstante, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿A esa temprana edad se consumaba el matrimonio? La respuesta la encontramos en otros textos que nos dan a conocer la maternidad de niñas de doce o trece años, como es el caso de la esposa del famoso profesor de retórica Quintiliano. Así pues, parece que los matrimonios prepuberales de niñas, se extendió durante todo el Imperio Romano, pese a que en su Derecho no adquiría naturaleza legal hasta los doce años.

Otro dato que denota la total dominación masculina, se refiere a que muchos maridos o compañeros presionaron a los juristas romanos para que legislaran sobre el adulterio, tanto de niñas como de mujeres adultas. Su insistencia fue tal que hasta los emperadores aceptaron sancionar y castigar a toda clase de adúlteras, incluso a niñas de doce años.

Como ha demostrado la historiadora Evelyne Patlagean, esta tradición permaneció muy arraigada y así, los textos judiciales bizantinos conservaron huellas de estas prácticas legales sobre matrimonios y adulterios.

Un aspecto a destacar dentro de este contexto histórico, se refiere a la importancia que se otorgó a la utilización de la violencia sexual en las guerras y conquistas. Esto se aprecia claramente en cómo el rapto de las mujeres sabinas, narrado por Tito Livio y representado multitud de veces en el arte occidental, ocupa un lugar preferente en los orígenes legendarios de Roma. La narración de este historiador romano, nos acerca al tema de la violencia sexual en las guerras desde una perspectiva de género pues condensa papeles muy marcados; los hombres son guerreros, las mujeres son hijas, esposas y madres. También presenta este relato algunos estereotipos, como el potente arquetipo de las mujeres como pacificadoras y/o como causantes de las guerras. Parece claro que los hombres jóvenes eran quienes conformaban la mayor parte de las víctimas mortales pero también queda de manifiesto que las mujeres y niñas de todas las edades eran capturadas como botín, esclavizadas, prostituidas y violadas.

Como conclusión, la violencia de naturaleza sexual contra niñ@s, mujeres, ancian@s y jóvenes está documentada desde la antigua Grecia, Persia y Roma y está claro que era un componente habitual dentro de las atrocidades que caracterizaron a numerosos conflictos, especialmente durante la mayoría de las guerras de conquista.

R. Carlos Fraile Lozano – Licenciado en Historia

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